A medida que pasa el tiempo, su obra adquiere mayor valor e importancia
dentro del arte universal, y su estilo único sigue marcando generaciones de
nuevos artistas.
Publicado
originalmente en la Revista Diners N. 278, de mayo de 1993.
Muy
pocos pintores del siglo XX lograron desarrollar un lenguaje expresivo tan
propio y tan identificable. A diferencia de Picasso, quien en más de una
ocasión fue pionero de diversos periodos de la pintura de este siglo, Miró
desarrolló a lo largo de su vida una línea de trabajo muy coherente, en la cual
supo plasmar influencias muy diversas, que incluyen el arte románico catalán,
la obra arquitectónica de Gaudi, Picasso, el cubismo y el fauvismo, entre
muchos otros.
Surrealista
más por adopción que por convicción, su lenguaje expresivo nació mucho antes
que la proclamación del movimiento en 1924, y logró trascender sin ningún
contratiempo el final de esta vanguardia, a la que hizo aportes muy
importantes.
Joan Miró,aisaje catalán (El cazador) 1923-24, Museo de Arte Moderno de Nueva Joan Miró, Barcelona.
En sus
cuadros expresa un mundo dominado por sus símbolos arcaicos en los que la
poesía y el universo de los sueños son protagonistas principales. Allí también
caben la ironía, el humor, los temores, en un paisaje aparentemente infantil e
irreflexivo, pero que, en realidad, es el resultado de una búsqueda minuciosa
del equilibrio entre las formas y los colores.
Miró
nació en Barcelona. A los trece años asistió a la escuela local de arte. En su
ciudad natal conoció a Francis Picabia, uno de los miembros del grupo dadaísta,
y un año después, en 1918, expuso por primera vez en la Galería Dalmau. En 1919
viajó a París, donde se estableció en 1920. Su primera exposición parisina de
1921, en la Galería La Licorne, fue un f
Joan Miró, La granja (1921-22) Galería Nacional de Arte de Washington, Fundació Joan Miró, Barcelona.
Era el
año cero del movimiento surrealista y el del comienzo definitivo de su carrera.
En los años treinta. Miró expuso por primera vez en los Estados Unidos e inició
su llamado período ‘fauvista’. La invasión de Hitler a Francia lo obligó a
regresar a España.
En los
años 50 su fama era ya universal. En 1954 ganó el Gran Premio de la Bienal de
Venecia. Poco después, la Unesco le encargó dos grandes murales para su palacio
en París, que Miró elaboró con la ayuda de su amigo Artigas.
En 1956
instaló definitivamente en Palma de Mallorca, en una casa-taller diseñada por
el arquitecto Sert un lugar espacioso que había soñado a lo largo de su vida y
que marcó un nuevo comienzo en su obra, que dejó de ser tan estudiada y
adquirió gran espontaneidad.
Reemplazó
la elegante pulcritud característica de su obra más famosa por nuevas formas
toscas y arcaicas. Su obra, además empezó a simplificarse. Su objetivo era
lograr un máximo de intensidad con un mínimo de elementos.
Se
acercó a la obra de Klee, uno de los artistas que más admiró, y hasta final de
su vida trabajó activamente en diversos proyectos. Miró siempre fue un catalán
que jamás se desligó de sus raíces. Su obra, la de un ciudadano universal.
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